La verdad del caso Uber – Élite

La verdad del caso Uber

LA VERDAD DEL CASO UBER – ÉLITE

MCCANN dejó su despacho en Madison Avenue encaminando su Chevrolet 300 descapotable a través del puente de Queen’s camino de Delaware.

«WARTON,COMO VA LO DE BARCELONA»

El plumilla estaba al corriente: «Esos tipos parecen galos: El Titobelix con el menhir y el Olibelix organizando la aldea irreductible. Poco empaticos zahieren nuestros íntimos sentimientos».

«Coño Warton, ¿Qué esperabas? Madrid si es acogedora. Te integras, hay tablaos, son comunicativos, te abren las puertas, no cobran ni impuestos. To pagao en el mesón. Te saben recibir, es su idiosincrasia. Como dijo Kennedy: ‘Hoy todos somos madrileños’. Uber no iba a ser la excepción.»

MCCANN recogió en Delaware 70 maletas cargadas de dólares que metió en su avión a Barcelona. Sus amistades con el Gobierno Español evitaban el registro.

En El Prat lo recibió Galiardo con sus habituales dos besos. Fueron a la zona del taxi dónde tenían preparada una mesa con buena sangría y mejor paella. (Amables no son, pero tienen estilo estos catalanes, pensaba MACCAAN).

Le sorprendió que una reunión de alto nivel se celebrara al lado de unos lavabos. Pero lo cierto es que estaban de lujo. «EVERYBODY SPEAKS ENGLISH? Preguntó el mandatario yanki. «Yes, I do» respondieron tanto Tito cómo Oli.

«Vamos a implementar un servicio Uber-Taxi. El montante es de 50.000 dólares en cash por taxista y año hasta que se retire. Luego le compramos la licencia por un millón de dólares. Instalamos dos burdeles en cada una de las parrillas con dos médicos que las mantengan limpias, eso gratis. Los catalanes tenéis fama de puteros, como los de Wisconsin. ¡Joder, saca a esos del lavabo, menudo pestazo! ¿Qué decís? Do you like my offer?

Oli carraspeó, pero fue Tito quién habló: «Métete tu sucio dinero indigno por el ojete, motherfucker. Nos quedamos con las putorras pero no vamos a cambiar nuestra dignidad por piscinas».

Mientras les decían «PUES YA QUERRAN OTROS», McCann y Galiardo sacaron sus colts.

Pero antes de apretar el gatillo recibieron un navajazo trapero de Oli a dos manos.

Los enterraron junto a los restos de sangría y paella. Nadie percibió la diferencia.

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