CNMC, marioneta de los poderosos

La CNMC sigue obedeciendo a los intereses de los poderosos, sigue actuando como la marioneta de las grandes plataformas disruptivas del transporte, especialmente de Uber

CNMC, marioneta de los poderosos

CNMC, marioneta de los poderosos

Para aquellos que pensaron que la renovación en la cúpula de la CNMC podría suponer
un cambio de rumbo, o al menos que pasaran a tener una posición menos radical
contra el sector del taxi, se equivocaron. Cani Fernández, la sustituta del odioso Marín Quemada, fue abogada de Uber en su guerra contra el taxi ante los tribunales europeos.
No era un buen presagio de cambio.

Aunque teóricamente tendrá que inhibirse en decisiones sobre grandes empresas a las
que asesoró, la línea continuista está asegurada, y los nuevos movimientos de la CNMC
no auguran una hoja de ruta diferente a la que este organismo parasitario nos tiene
acostumbrados.

La CNMC sigue obedeciendo a los intereses de los poderosos, sigue actuando como la
marioneta de las grandes plataformas disruptivas del transporte, especialmente de
Uber.

En esta última ocasión, la CNMC reprocha a la ministra de Energía, Teresa Ribera, que
se haya olvidado de Uber y Cabify, y que haya discriminado a las VTC respecto al taxi
en el plan de ayuda para la transición energética.

Un organismo de financiación pública que alza la voz para proteger los intereses
económicos de empresas que tributan en paraísos fiscales y para que se aprovechen
de ayudas públicas a las que, irónicamente, no contribuyen, es una aberración
democrática. Todo un despropósito.

La CNMC sigue siendo ese nido de neoliberales, formado por personas cuidadosamente seleccionadas para ser el brazo ejecutor de los deseos y necesidades
de las grandes multinacionales.

Un lobby que vive del Estado y engendrado por el propio Estado, para hacer de
contrapeso a las políticas progresistas, e implantar un discurso para confundir a la
opinión pública. Un organismo creado para velar por la competencia y para salvaguardar los derechos de los usuarios, pero que se transforma en una puerta trasera para que los diferentes partidos políticos den rienda suelta a sus vicios neoliberales, y gestionen de forma efectiva, un tráfico de influencias que les asegure pasar por las famosas puertas
giratorias.

Partidos políticos con esa peligrosa vertiente neoliberal, los hay de todos los gustos y
colores.

Véase el esperpéntico caso de la ACCO, el homólogo catalán de la CNMC, controlado
por Esquerra Republicana, un partido soberanista con deseos de privatización.

La CNMC seguirá haciendo de dique al sentido común y al verdadero interés del
usuario, que desde luego no pasa por los intereses económicos de dos o tres
plataformas digitales que pretenden imponer unas tarifas que cambien según las
necesidades de los ciudadanos.
De eso la CNMC no dice nada.

Como tampoco hace referencia a todas esas estafas y reclamaciones que se acumulan
diariamente en la bandeja de entrada de Uber y de Cabify.

Seguirá impugnando, recurriendo y cuestionando cualquier regulación a las VTC, en
cualquier parte del país, en cualquier ciudad, y sin ningún tipo de complejo,
defendiendo implícitamente los intereses del capital, bajo el mantra de una
competencia justa.

El taxi también va a defender sus derechos y los de los ciudadanos a una libertad real,
a unos servicios públicos de calidad que aportan garantía y protección, sin
intromisiones de empresas privadas que quieren imponer un oligopolio y hacer del
transporte urbano su gallina de los huevos de oro.

La CNMC seguirá ejerciendo su rol de inquisidor contra leyes y regulaciones.
El taxi seguirá señalando a las verdaderas brujas de todo este cuento y las llevará a la
hoguera, si es necesario.

Que no le quepa duda a nadie que haberlas haylas.