Un ‘cáncer’ llamado IMET
Hay que decirlo bien claro y bien alto, ese es el concepto que del Instituto Metropolitano del Taxi (IMET) tienen los casi 10.500 taxistas del Área Metropolitana de Barcelona, el organismo gestor y responsable del Taxi del AMB es un «cáncer».
Hemos hablado con taxistas de diferentes asociaciones, y esa es la palabra que más repiten, cuando se les pide que definan al IMET, claro, conciso y concreto.
Sobre esta cuestión hemos hablado también con personas más o menos cercanas al ámbito del propio IMET y curiosamente asienten cuando se les trasladan algunas de las críticas que los taxistas vierten sobre los responsables de los designios del sector del taxi, no parecen faltos de razón los profesionales del taxi de Barcelona.
Muchos de ellos están convencidos que desde el IMET se da soporte y apoyo a intereses contrapuestos a los de los taxistas autónomos que representan la inmensa mayoría del sector.
Son muchas las historias que nos explican.
Una reconversión del sector promovida hace algunas décadas por el propio taxista dio origen a un fiasco responsabilidad del IMET tras un defecto de forma en la confección del sistema de retirada de esas licencias, las consecuencias de aquello las pagaron los propios taxistas que aportaron sumas importantes de dinero para llevar a cabo esa reconversión, dinero que jamás volvieron a ver, y que a día de hoy permanece en poder del IMET, ya que nunca fue devuelto a sus propietarios ni ha sido invertido en el sector del taxi, como así sentenció un juez hace casi 20 años.
Muy reseñable también el pucherazo electoral, en el cual el IMET convirtió las elecciones más importantes en participación habidas nunca en el taxi del AMB, unas elecciones promulgadas por los propios taxistas ante la grave situación económica por la que estaban atravesando en aquellos momentos con un exceso de oferta insostenible económicamente.
El IMET no respetó aquello que los taxistas decidieron en unas urnas, los llamados «turnos», e implantó una alternativa unilateral que pocos días después acabó retirando, algo que resultó en un nuevo escándalo
Serían interminables las historias que nos llegan a contar sobre el IMET los taxistas, hoy día tienen muchísimas quejas por la escasa oferta de vehículos que el IMET homologa para el ejercicio de la profesión, con una oferta escasa y cara, quejas por la poca voluntad de ayudarles que tuvieron durante la pandemia, donde el IMET no activó nunca una regulación oficial de trabajo, acorde a la miseria que se estaba viviendo en la calle, hasta tal punto que los propios taxistas tuvieron que regularse extraoficialmente durante la pandemia, y la escasa regulación oficial que tuvieron, fue desregulando a cambio, otros días ya regulados por calendario.
El IMET es un organismo capaz de devorar en su desidia a cualquier político que se acerque en el ámbito y ejercicio de sus responsabilidades, porque la maquinaria del alto funcionariado que lo compone parece que resulta infranqueable para cualquier voluntad política.
Tampoco es de extrañar, si tenemos en cuenta que algunos de sus responsables, con sueldos cercanos al del propio presidente del gobierno de España, llevan 40 años formando parte de esa «anacrónica» maquinaria.
Tal sería el caso de Pilar Molina Mesa, jefa de servicios y centro de las iras de todos los taxistas con los que hemos hablado, y a la que consideran el lastre principal para la evolución del sector del taxi en el AMB.
Atendiendo a las últimas informaciones de las distintas asociaciones del taxi del AMB, existe en estos momentos un profundo malestar relacionado con la conocida como «app pública del taxi», y relacionado con lo que podría ser una postura muy laxa, respecto a supuestos fraudes y abusos que estarían afectando a usuarios de taxi y perpetrados por determinadas plataformas digitales que operan en el sector.
Parece que el conflicto está servido más que nunca.