La crisis de ATIC: un desastre anunciado y un llamada a proteger el taxi de Nueva York
NEW YORK. 02 Ene. (Noticias del Taxi) – La insolvencia de la aseguradora American Transit Insurance Company (ATIC) es un reflejo alarmante de las décadas de negligencia y corrupción en el sistema que debía regularla. Este colapso no es solo un golpe para los taxistas, que durante años confiaron en una empresa estructuralmente defectuosa, sino también para los consumidores, los contribuyentes y la reputación del sistema de transporte en Nueva York.
ATIC: la avaricia disfrazada de servicio
Desde su fundación en 1972, ATIC se posicionó como la aseguradora líder para taxis y vehículos de alquiler en Nueva York, asegurando alrededor del 65% del mercado. Sin embargo, sus prácticas eran insostenibles y, en palabras de los propios reguladores, constituían «un esquema Ponzi de seguros». A pesar de las reiteradas advertencias desde los años 70, la empresa continuó operando gracias a un flujo constante de nuevos clientes y la inacción de los responsables políticos. Su incapacidad para mantener reservas adecuadas o modernizar su sistema interno solo agravó el problema.
Además, ATIC parece haber antepuesto el beneficio de sus directivos al bienestar de los taxistas. Mientras obtenía un auge temporal con el crecimiento de Uber y Lyft, distribuyó bonificaciones millonarias a sus ejecutivos y desvió recursos hacia empresas relacionadas con su cúpula directiva. Todo esto mientras las reclamaciones legítimas se acumulaban y los taxistas seguían pagando primas cada vez más altas. La excusa de ATIC sobre el fraude en el sistema “sin culpa” tiene cierta base, pero no justifica décadas de desidia.
Uber y Lyft: ¿innovación o parasitismo?
Aunque Uber y Lyft llegaron con la promesa de innovación, su impacto sobre el sector del transporte en Nueva York ha sido devastador. Las plataformas de transporte compartido saturaron las calles con vehículos, provocaron la caída en picada del valor de las licencias de taxi y empujaron a miles de conductores a la precariedad. Estas empresas se beneficiaron de una regulación permisiva que les permitió eludir las normas estrictas impuestas a los taxistas tradicionales.
Mientras tanto, Uber acusa a ATIC de no respetar las coberturas para sus conductores, lo que podría parecer un intento por desviar la atención de su propia responsabilidad en la crisis. Uber y Lyft se lucraron de un sistema roto, dejando a los taxistas tradicionales y a sus usuarios lidiando con el caos que crearon.
Los reguladores: una cadena de inacción y negligencia
El Departamento de Servicios Financieros (DFS) de Nueva York tiene mucha culpa en este desastre. Durante décadas, administraciones de ambos partidos ignoraron la crisis de ATIC, dejando que una aseguradora insolvente asegurara a decenas de miles de vehículos esenciales para la movilidad de la ciudad. Desde la gobernación de George Pataki hasta la de Andrew Cuomo, la supervisión fue prácticamente inexistente: no se publicaron informes de inspección obligatorios desde 1987.
La falta de acción por parte de los reguladores no solo permitió que ATIC siguiera operando, sino que también sentó un precedente peligroso para el resto del sector asegurador. En lugar de proteger a los taxistas y garantizar un mercado competitivo, los reguladores actuaron como cómplices pasivos de las malas prácticas de ATIC.
El taxi tradicional: una solución olvidada
En contraste con el caos generado por ATIC, Uber y los reguladores, el taxi tradicional representa un modelo que, aunque imperfecto, ha sido históricamente el pilar del transporte en Nueva York. Los taxistas que invirtieron en licencias bajo la promesa de estabilidad han sufrido las consecuencias de una regulación desigual y la irrupción desmedida de plataformas de transporte compartido.
Es crucial que las autoridades prioricen el rescate del sector tradicional, no solo para proteger a los taxistas, sino también para garantizar un transporte fiable y regulado para los usuarios. Este caso debe ser un punto de inflexión: urge una regulación más estricta para las aseguradoras, medidas para equilibrar la competencia entre taxis y plataformas, y un esfuerzo sostenido para reducir el fraude sin perjudicar a los conductores honestos.
Décadas de negligencia
La crisis de ATIC no es un accidente, sino el resultado de décadas de negligencia, corrupción y priorización de intereses privados sobre el bien común. Es hora de que Nueva York aprenda de sus errores y adopte medidas contundentes para proteger a los taxistas, restaurar la confianza en el sistema y garantizar un transporte justo y accesible para todos. El taxi tradicional merece un lugar central en el futuro del transporte de la ciudad.