César y el látigo de Ayuso (3): el asalto al tren de Glasgow

Ningún gobierno lucha contra el fascismo para destruirlo. Cuando la burguesía ve que el poder se le escapa de sus manos, alzan al fascismo para mantener sus privilegios Buenaventura Durruti (1896 - 1936)

César y el látigo de Ayuso (3): el asalto al tren de Glasgow

César y el látigo de Ayuso (3): el asalto al tren de Glasgow







 

Poco les había importado el hecho de que impusieran una multa a sus amigos de Élite Barcelona por apelar a su derecho a la libertad de expresión.

Por puro milagro, una Federica Montseny venida del cielo exhibió sus piernas de jovenzuela sobre la mesa del despacho de Taxi Genis. Era ella, el Ángel que volvía con el aspecto fantástico de cuándo tenía 20 años.

Junto a ella venía El Ángel del Rigor: Buenaventura Durruti:
“Ya que no haces nada por tus amigos, me he permitido pensar en un plan desde el descanso eterno de la muerte: Atracaremos otra vez el Banco de España, como hace un siglo.

Le dio a leer un artículo del New York Times:

“Hace un siglo, en 1923, un grupo anarquista llevaba a cabo el atraco a un banco más audaz y hasta el momento el más lucrativo de los que se habían registrado en España. Fue el asalto a la sucursal del Banco de España en Gijón, por el que obtuvieron un botín de la muy considerable suma de al menos 563.000 pesetas (hay fuentes que dicen que el botín fue menor y otras, mayor, de hasta dos millones). Eso supondría, aproximadamente (el INE no dispone de registros tan antiguos), en torno a dos millones de euros actuales. Esta marca solo sería superada por el asalto a la sede ovetense del banco durante la revolución del 34.

¿Qué pasó con ese dinero y por qué se organizó el atraco?

Para explicarlo, hay que regresar al año anterior, 1922. Un grupo de anarquistas españoles se constituye en Catalunya bajo el sobrenombre de Los Solidarios (o Crisol, en referencia a un diario que publicaban) bajo el liderazgo del famoso Buenaventura Durruti. A su vez habían surgido de otro grupo vasco autodenominado Los Justicieros, nacido durante la construcción del Gran Kursaal.

Eran jóvenes obreros con una organización horizontal que se constituyen a semejanza de otros grupos europeos. Se les atribuye algunos hechos violentos, puesto que eran partidarios de la lucha armada y para ello necesitan financiación. Es cuando recurren al atraco para conseguir fondos, lo que además cumplía con su ideario de atacar a la banca.

El 1 de septiembre de 1923, muy cerca del advenimiento de la dictadura de Primo de Ribera, perpetran el asalto al a sucursal del Banco de España en la calle Jovellanos de Gijón. Desgraciadamente, fue asesinado el director, Luis Azcárate.

A las nueve de la mañana de esa fecha, varios anarquistas entran en el edificio y encañonan a los empleados. Azcárate bajó de su despacho del segundo piso y se abalanzó valiente e imprudentemente sobre uno de los atracadores, con el que forcejeó. El arma se disparó y le atravesó la cabeza desde la oreja al cuello, dejándolo muy malherido. El balazo le causaría la muerte tras tres días de agonía.

Los Solidarios huyen a pie hasta la calle Begoña, donde se suben a un coche que les esperaba mientras intercambian un tiroteo con un guardia municipal que los había perseguido. Consiguieron escapar hacia Oviedo, donde se escondoeron en una pensión de la calle Covadonga y dejaron abandonado el coche.

La Guardia Civil les sigue la pista (no eran muy profesionales) y los descubre allí. Tras otro intercambio de tiros, un sargento del cuerpo resulta muerto y también uno de los atracadores, mientras que el propio Durruti es detenido junto al asturiano Aurelio Fernández, el leonés Gregorio Martínez Gazán, y otros tres individuos.

Con lo obtenido querían pagar la fianza de su compañero Francisco Ascaso y un arsenal de armas compradas a la fábrica Gárate y Anitúa de Eibar (Bizkaia), que colaboraría simulando un contrato de venta legal a un país sudamericano. El grupo debía recoger el alijo en el puerto de Barcelona, pero la entrega nunca llegó a producirse. En medio del gran revuelo por el golpe de estado de Primo de Rivera dos semanas después, Durruti y sus compañeros consiguieron salir de la cárcel unos días más tarde y continuarían con el activismo anarquista durante la segunda República”.

Taxi Genis se quedó de piedra. Allí delante estaban sus dos ídolo: El Ídolo Caído en extrañas circunstancias nunca del todo aclaradas y la mujer que se adelantó 80 años a la desorientada Irene Montero.

Venían con una banda constituida por César ,alias La Bestia y su joven esposa La Bella Leonor. Baena venía con su traje de butronero acompañado de su cabestro Ezequiel. También venían Eduard, Fran y Albert de Élite que con este acto delictivo pagarían la multa de Incompetencia.

Un mes después entraban en el Banco Central de Madrid de la Castellana

Era la venganza de Durruti sobre el plagio de La casa de papel. La base del atraco a la Casa de la Moneda era su atraco en Gijón. Allí estaba para repetirlo. Era un trabajo artesanal propio de un grupo revolucionario que lucharía contra el fascismo que ahora era la economía gig y su acoso a Élite Barcelona. El anarquismo no podía ser indiferente a la lucha contra el control bastardo del ser humano.

Taxi Genis conducía el 2 caballos que aparcó frente a la alcantarilla. Por el hueco redondo tras el corte con sierra mecanizada se iban introduciendo los hombres de Élite y César. Recorrerían entre los roedores y el agua putrefacta estancada los 200 metros mientras Baena estaba haciendo el butrón que los llevaba hasta la Galería del Dinero no marcado. Era la Sala Estuardo, la más desconocida y con el más grande tesoro: Billetes sin marcar y unos 230 kilos en barras de oro. Pagarían la multa de Incompetencia y restituirían el honor ya desgastado de la CNT. El anarcosindicalismo volvería para quedarse.

A 50 metros de la entrada vigilaba La Bella Leonor con una metralleta Regintong convenientemente cargada.

Los actos se precipitaron con la llegada de un blindado para recoger la recaudación diaria.

El conductor vio algo raro y avisó a la Central de la Policía. Mientras, Leonor entró y avisó a sus compañeros que ya habían recogido los sobres de un mes de ingresos en los cajeros automáticos. Baena les había hecho un butrón excepcional para que entraran y cargaran rápido.

Llegaron 3 furgonetas con 6 policías cada una. También llegó Isabel Díaz Ayuso que estaba ultimando unos asuntos en comisaría.

Rodearon el edificio. Sacaron un megáfono: ”No tenéis posibilidades. Entregaros, cada rehén que muera son 20 años de cárcel.”

César escalaba entre los ventanales. Llevaba al Director General del Banco atado a su espalda con una cuerda. ”No disparéis“ gritaba el buen hombre, bastante agobiado.

Los policías estaban valorando las posibilidades mientras sacaban el armamento.

“Dejadme, inútiles. ”Era Ayuso en persona la que accionaba un lanzagranadas. El proyectil arrancaba salvajemente la puerta blindada de entrada, provocando humo y un pequeño fuego.

El tiro fue certero y Taxi Genis, tocado, acabó inconsciente en el suelo debido al efecto de la detonación.

Su mente se liberaba del cuerpo en un viaje astral hacia la muerte. Un tipo andrajoso le abría unas puertas de oro custodiadas por unas rubias parecidas al poste central del Playboy de marzo del 1975.Las chicas seguían igual de jóvenes y sus minifaldas eran actuales, seguramente de alguna tienda de Ortega.

Taxi Genis no andaba, volaba como Reeve paseando a Louise Lane por los rascacielos de Manhattan.

Un tipo sentado en un trono lo recibía con desdén : ”Así que tú, en vez de haberte criado leyendo La Biblia ,leías Dios y El Estado, de Bakunin. Y ahora querrás jubilación eterna rodeado de tailandesas y negras de Harlem. Que no le falte de nada al niño malcriado. ”El estilo divino recordaba al Juez Calatayud dando sermones en YouTube.

“Así es”, aseveró San Pedro con un Farias masticado. ”Lo hemos recogido intentando atracar un banco junto a Buenaventura Durruti. El que escapó ayer. Otro bocazas. Otro descreído”.

“Mira, Genis: hasta los moros que viven en el desierto me idolatran. Si de algo acabé harto es de vuestro cachondeito a lo más sagrado.”

“Por cierto, agregó San Pedro, muy bueno lo del Ocaña y el Nazario meando en el escenario de Las Fiestas Libertarias. Allí me ligué una turista alemana. Fuimos muchos los que chingamos en los matorrales. Lo de Gualberto no fue para tanto”.

Entre el cachondeo y las risas tanto Dios como San Pedro se bajaron los pantalones y ambos le enseñaron el ojete al más puro estilo anarquista. Luego soltaron un gas asqueroso a través de un concierto pedorreta que a cualquier puerco habría fascinado.

Taxi Genis notó, sin embargo, un sabor dulce en sus labios. Luego sintió unos pechos restregarle, con unos buenos pezones y, claro, su adorada tranca se puso morcillona.

”Respira, está vivo”, era la voz segura y varonil de Durruti.

Al abrir los ojos vio a Federica Montseny dándole el aire que lo retornaba a la vida. Era como una madre dándole la luz al nacer o una milf haciéndoselo con el amigo de su hijo, en una visión más contemporánea.

Lo cierto es que sus camaradas no lo abandonaron. Tras intentarlo Albert ,lo probó Durruti en persona. Pero fue Federica Montseny la que le dio el placer que le ayudó a volver a la vida.

”Tuve una pesadilla“, reaccionó Genis.

”No, ha sido una experiencia más allá de la muerte. Hemos estado 12 minutos intentando reanimarte y sólo has reaccionado cuando te han acariciado el paquete. Durante 12 minutos preferiste estar muerto.”

Se lo aseguró Durruti, que también se había ido antes de tiempo gracias a un compañero quisquilloso. Durruti había recibido un tiro de un miembro de su brigada que estaba harto de oírlo dar lecciones. Luego dijeron que había sido un accidente para conservar pura la esencia anarquista. Nadie les repasó el tema, temerosos de que se cabrearan.

Christian NG lanzaba la cuerda que subía a César al helicóptero. Ayuso se ocupó del mono personalmente. Le disparó con su mini Derringuer, la pistola que siempre llevaba en su bolso de Versace.

El orangután, herido, se las vio para depositar al Director en el helicóptero. No quiso subir al autogiro a pesar de la gravedad de la herida. Fue ayudando al resto del equipo a subir al helicóptero, entre tiros fallidos de los GEOS.

Jaume Sau se vio forzado a empujar las hélices dañadas, manualmente, mientras pilotaba entre los salvajes obuses que lanzaba Ayuso personalmente con su lanzagranadas.

La preparadora de las cheerleaders, Ivana, hacía los preparativos. Sujetaba con una cuerda el dulce brazo de la Bella Leonor que comenzaba a inyectar en el cuerpo de su marido un manantial de sangre azul. El cuerpo del simio César volvía a vivir , demostrando lo que Darwin ya había relatado:

”Algún orangután será algún día presidente USA o al menos Rey de Inglaterra o España”. Palabras que constaban en su epitafio en la Abbey Westminster al lado de sus restos.

Mientras daba parte de su ser, Leonor recordaba los consejos que le dio Patricia Hearts en Gales: ”Mejor ser parte del pueblo que de una oligarquía podrida”.

En Incompetencia alucinaron, ya que era la primera vez que alguien pagaba la multa en efectivo. Así que no tuvieron más huevos que aplicarles el 15% de descuento, gracias a Albert, el joven abogado de Vosseler, que estaba al quite.

Así fue innecesario iniciar otra colecta.