César y el látigo de Ayuso
Aquel gorila se enfrentaba abiertamente a los visitantes del Zoo de Barcelona. Les señalaba y les decía algo parecido a “qué coño te crees que estás mirando, idiota, lárgate antes de que te patee”. Luego esos gestos de reto y bronca a esos humanos que iban con los niños y sus mujeres provocaban descontento y producían quejas frecuentes.
Fue así como la dirección del Zoo decidió sacar a César de la exhibición y apartarlo de la familia. La doctora Amparo Díaz, pariente conocida de la Presidenta de la Comunidad de Madrid, iniciará una serie de experimentos para intentar calibrar el alcance de una conducta tan agresiva como inteligente de un gorila al que sólo le faltaba hablar en algún Reality Show.
Amparo provocó un cambio radical en la relativa calma de la rutina en que se devolvía aquel animal. La dieta alimenticia quiso calcarla a la de cualquier ser humano. Lo primero fue comprar un buen jamón y atiborrarlo de lonchas finas exquisitas. César disfrutaba también con el pa amb tumaca. Luego la botifarra de Vic.
Aquellos experimentos desde luego le agradaron y le redujeron la agresividad a aquel ancestro del neandertal y el homo sapiens. Recordaba a la vida de marajá de Copito de Nieve, sobre todo cuando le pusieron dos gorilonas, una tetuda y otra esbelta y más bien jovencita. Amparo pretendía con ello que aquel simio sintiera lo que siente un ser humano al verse colmado de los placeres que le incitarán a extasiarse de la alegría, de esa felicidad exultante que lo llamarán a expresarse, quería escuchar pronunciarse en palabras o aunque fueran gritos primordiales con cierto sentido.
César más bien pensaba en el vicio de la fornicación que no en darle satisfacción a una veterinaria que se implicaba en algo más propio de una película de ciencia ficción. Estaba de moda comparar la mente de personas y gorilas.
Mientras, enfrente del Zoo, se desarrollaba una concentración de taxistas. Piden derechos delante del Parlament. Albert Álvarez, reivindicativo, amenaza con huelgas y movilizaciones.
César oye las reclamas de 4.000 taxistas, sus gritos tribales reclamando derechos y soluciones. No consigue descifrar los mensajes, no los entiende. Pero se identifica con la queja, con el tono desgarrador de seres injustamente humillados y sobre todo abusados. Siente que alguien le recuerda que en su miserable sin sentido hay al menos lugar para la comprensión. Quizás el también necesita expresarse. Porque entenderlo lo entiende todo. Pero César necesita hablar como un humano o al menos sentirse racional y comunicárselo a quien fuera.
César escapa de la zona de gorilas que antes perteneció a Copito de Nieve. Salta junto a sus dos compañeras, atraídos por la manifestación de taxistas junto al Parlament. Cuando Albert Álvarez se dirige a la multitud es invadido por los tres gorilas. César sorprende colgado de los barrotes gritando !!!Basta!!!!.
Amparo irrumpe tras los gorilas con un ridículo cordel que atrapa y sujeta a los animales. César mira suplicante a Albert Álvarez que calla y observa intentando entender lo que ha sucedido.
Para Isabel Díaz Ayuso las investigaciones con primates de su prima le abrían la posibilidad de poseer alguno de aquellos animales bajo el paraguas de ser parte de ese seguimiento. Fue así como Amparo, orgullosa de la gran obra del trabajo vertido en César, decidió prestárselo como acompañante. Obviamente estos animales no podían ser utilizados de mascotas. Pero Amparo se lo dejaba a su prima como parte del experimento.
Las órdenes eran claras de que ante todo el lenguaje y el entendimiento de aquel gorila requerían un progreso constante. Sabían que César pronunciaba algunas palabras aunque difíciles de identificar. En cuanto a su entendimiento, era similar a un niño de ocho años.
La Presidenta madrileña llevaba a César al despacho y lo dejaba pegado al ordenador mientras recibía las constantes visitas. César había creado un perfil básico en Facebook pero mostraba una fotografía auténtica. Iba practicando con el teclado y, aparte de no entender los acentos, se comunicaba y aprendía de algunos asuntos cotidianos.
Todo iba bien, excepto por un detalle: Ayuso lo educaba estrictamente a base de latigazos. Era la única forma en la que el gorila retuviera la enseñanza de los humanos. La Presidenta se disfrazaba de Ama y con un vestido ajustado de cuero sometía al gorila quejica. César, es cierto, gritaba como un mono saltando de rama en rama. Pero entendía, al fin y al cabo, que estar en paz con los humanos requería de un sometimiento. Era esclavo de los deseos habituales de esos seres acostumbrados a estar rodeados de arrastrados. De seres serviles, en definitiva. César estaba harto, suponía que era normal en un ser humano. Pero un gorila era un ser digno. No un puto homo sapiens arrastrado.
Ayuso observaba cabreada la enésima manifestación de taxistas en la Castellana. Mientras, veía el directo en su televisor de 70 pulgadas observando el rostro asustado de César, que sabía lo que tocaba cuándo el Ama no digería la realidad. Tocaba sufrir sus salvajes latigazos. El gorila ilustrado respondió guturalmente:”Noo. Dejame. Noo.” La Presidenta miraba no creyendo que aquel ser pronunciara casi como un humano y a esos gritos respondió con un latigazo certero que reventó el tabique nasal de aquel mono.
César salió prácticamente volando por la terraza de aquel rico ático. Desde lo alto contempló la gran caravana del taxis pasando sobre la casa de la mujer que lo educaba, la que lo enseñó a comportarse como un puto esclavo humano. Mientras volaba agarrando las farolas vertía la sangre de su nariz. Fue Albert Álvarez el que lo reconoció. ”Dios, qué te han hecho?.” Ayuso espantada veía las imágenes en directo. Su gorila, al que tanto quería, estaba en manos de su archi enemigo. El puto dirigente de Élite Barcelona.
Isabel Díaz Ayuso se acordó de Jane en Tarzán en Nueva York. Juntando unas sábanas que tenía en la colada se lanzó desde treinta metros de altura. Pateó a Albert con un certero taconazo que le destrozó la gorra de béisbol de Élite. Agarró a César y escalando con el mono a cuestas lo metió nuevamente en el ático mientras recibía numerosas pedradas de unos taxistas humillados pero respondones. La televisión cortó el sonido ante los numerosos insultos.
Ya con César en casa reclamó un veterinario que entró desde un helicóptero haciendo maniobras ante el escándalo de los taxistas y las cámaras de televisión.
César tardó en responder. Era un simio cambiado. El sentido de su escapada había sido la búsqueda de la libertad y meditaba si responder a los latigazos que veía ya desmesurados y tiránicos. “Este tabique ya está ajustado, señora Presidenta. Pocas personas se preocupan tanto por sus animales.” No imaginaba Ayuso que ese animal dependiente se agarraría poco después a la parte baja del helicóptero y que caería en el lago del Parque del Retiro. Cuando se estaba ahogando fue el mismísimo Albert Álvarez el que lo sacó como pudo.
El gorila disfrutaba de las acrobacias de Obanidkaia, la novia del dirigente del taxi. La preparadora de las cheerleaders del Barça aprovechaba el número donde tras dos tirabuzones y un Axel, Albert se encaraba al cielo del local de Taxi Project apoyado a la espalda y el trasero de Ivana y Cristal, formando un bello Cristo. César completaba la figura subido a los hombros de Albert. Desde allí contemplaba las manadas de jabalíes que algún día él iba a dirigir contra la tiranía de los homo sapiens.
Postdata
“Maldito mono” balbuceó Albert Álvarez, que le adivinó las intenciones a César. Una de las primeras viviendas en ser destrozadas por el ejército de jabalíes y gorilas fue la sede de Taxi Project, ahora traspasada hábilmente a la Peña Madridista de Horta. El Madrid no paraba de ganar Champions y así ampliaba sus sedes de seguidores en Barcelona. César saludaba como los vaqueros de Texas en un rodeo montado a lomos de un gran jabalí. Entre los cerdos y los gorilas el mundo no había cambiado tanto.
César y el látigo de Ayuso (2) El último Borbón